Aquí hay muchas "ellas", aunque las que llaman la atención a la autora son las otras, las duras, las desgastadas por el horror o el dolor, dos marcas semejantes en la identidad de género. Estas mujeres son capaces de matar, de ejercer la venganza o la seducción, de levantar el amor día a día como si fuese un trabajo. En estas páginas se condena, se confunde y se aclara, pero, por sobre todo, se apuesta, desde una identidad, a un lenguaje económico, capaz de recrear el universo propuesto por la autora.
El juego aquí es el juego de escribir o de escribirse, la apuesta en serio por una escritura cuyos campos de significado están siempre en la línea difusa, en el cuestionamiento, en ciertas derrotas que son un modo más ético de las victorias. Es un honor entrar a un libro de mujeres que no busca entregar respuestas, sino aquello más profundo, menos frívolo, que es el aguijón constante de las preguntas.
Este es un libro donde hay suicidas y ejecutores/as, fracasos y disfraces cotidianos para el desgarro, porque, como dice la autora, "si esto fuera amor, estaríamos perdidos".